Premios nacionales

Premios nacionales

La supresión del premio nacional de Tauromaquia ha generado la polémica buscada. Los taurinos han clamado, no en desierto, por el ataque a la fiesta de los toros que ven en esto. Y los antitaurinos, más propensos a proclamas que a exclamaciones (tal vez porque las batucadas hacen inaudibles sus consignas), han vuelto a proclamar que el arte del toreo es una animalada a cuya extinción debe contribuir el poder político. Dejando de lado el toreo en sí, al que uno es aficionado poco dado a arrebatos desde un nublado lunes de 1985 en que debutó viendo a Antoñete, Curro Romero y Rafael de Paula en la Real Maestranza sevillana, la pregunta es: ¿por qué la Tauromaquia ha de tener un premio nacional? Es más, ¿por qué las Letras, la Música, la Arquitectura, etc., deben ser objeto de premios nacionales dotados con mayor o menor cuantía procedente del erario?

Si algo diferencia a las personas de los animales es que las primeras hacemos cosas sin necesidad. El perro o el cerdo cubren sus necesidades biológicas y se tiran a la bartola, pero estos extraños animales llamados hombre y mujer, una vez cubierto lo básico se ponen a hacer lo que más necesitan: lo innecesario. E inventan la filosofía, y el deporte, y la música, y la ingeniería, etc., esas técnicas sin las cuales se sobrevive, sí, pero se vive más extraña y pobremente, menos conforme a la condición humana. Y quizá por entender que hay labores o profesiones necesarias en sociedad (agricultor, policía, fontanero, juez, mercader) y otras que no lo son (escritor, músico, cineasta, torero), se tienda a premiar las que se creen prescindibles frente a las imprescindibles. Aunque, bien mirado, tan necesarias, humanamente hablando, sean unas como otras. Y tan meritorias todas. ¿O acaso un barbero no puede ser merecedor de un premio nacional como una escultora o un poeta? ¿Por qué un programador informático, una cuidadora de ancianos, una administrativa o el lucero del alba no reciben premios nacionales, como sí Luis Mateo Díez, Luz Casal, Julián López El Juli o Penélope Cruz, entre otros, los han obtenido en sus respectivas artes?

Aprovechando la supresión del premio nacional de Tauromaquia, uno abogaría por la de todos los premios nacionales, de cualquier premio dotado con dinero público por las distintas administraciones que constituyen el Estado. El ahorro económico no sería elevado, tampoco es gasto cuantioso, aunque se evitarían figureos, tráfico no ilícito de influencias o componendas que ruborizan. Y, sobre todo, nos ahorraríamos ceremonias de entrega, que raramente brillan por su elegancia o belleza, pues nuestro tiempo huye de liturgias, al creerlas antiguallas, como de la muerte y en la mayoría de los casos convierte estos actos en proclamaciones del mal gusto de tantos que tenemos por artistas, o en festejos de exaltación o autobombo de privilegiados no pocas veces escasos de dones o mérito.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios