Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Veteranos y noveles

Tengo muchas maneras de evocar a mi padre; la más rápida es el Madrid

Me gusta más la palabra laterales que carrileros. El 2 y el 3 nos han dado tardes de gloria. El 3 además de ser el dorsal de Gordillo es el número del autobús que una vez al mes nos lleva a mi mujer y a mí a la iglesia del Corpus. En el 2 viajo con mi hijo. Lo cogemos en la Resolana, junto a la torre de los Perdigones, y cada vez que pasamos por la barriada de la Barzola me acuerdo de las sevillanas del Adiós de Manuel Garrido Palacios, que vivía en ese barrio de aires moriscos. El 2 lo cogemos para ver los partidos del Madrid en un bar fantástico en el que los dos últimos años eliminamos al Chelsea, al Liverpool, al París St. Germain y al Manchester City dos veces. Al final, cuando cogemos el autobús de vuelta, siempre le digo a mi hijo: “El mejor ha sido el 2”.

Hoy toca otra vez coger el 2 en la Resolana. Mi hijo cumple 18 años el 10 de octubre. Dos días después de que naciera falleció mi padre. Imaginen cómo el crecimiento de un Paco mide y mitiga el tamaño de la ausencia del otro, de su abuelo. Tengo muchas maneras de llegar a mi padre: los libros; su gusto por la montaña y los parajes de Reinosa; su afición a los sellos o a Cuenca cuando iba a ver a su tía Enriqueta; su paciencia para enseñarnos la distancia de los ríos; sus amigos (Oña, Puro, Carrañaco), pero de todos el medio más rápido e infalible es el Madrid. Mi padre y mi hijo. Veteranos y noveles.

Pensaba en estas cosas volviendo en el autobús el 30 de abril, tras el agónico empate en Múnich. Al llegar a casa me enteré de que había muerto Paul Auster. Brooklyn Follies lo terminé de leer el 20 de agosto de 2006. La novela acaba el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, que había amanecido con “un radiante cielo azul”. Mi mujer estaba embarazada de siete meses. En otra de sus novelas, La noche del oráculo, encontré un dibujo hecho por mi hija Andrea a sus abuelos Paco y Maruja y una quiniela del 27 de agosto de 2006, el día que mi sobrina Victoria cumplía diez años.

El año que murió Javier Marías el Madrid ganó su última Copa de Europa. Hoy jugamos la vuelta contra el potente Bayern y Marías era un especialista en el fútbol germano. Su libro Salvajes y sentimentales (Letras de fútbol) se publicó primero en alemán, en una editorial de Stuttgart. En el libro cuenta que en un partido contra el Bayer Leverkusen (el equipo que subió a Zidane a los altares), un amigo librero estaba asustado al ver pasar a los aficionados teutones por delante de su librería de la calle Mayor. “No te preocupes”, le dijo Marías. “Hoy ganamos. ¿No ves que son alemanes y en Alemania se me lee mucho y se me trata muy bien?”. Algo parecido ocurrió con hinchas del Borussia Dortmund antes de que el Madrid ganara la séptima en 1998. Marías volvió a tranquilizar a su amigo porque esos aficionados venían de una ciudad cuyo alcalde le había entregado el premio Nelly Sachs, uno de los más importantes de las letras alemanas. ¿Lo leerán en Múnich? Marías sortea el campo entre Amancio y Beckenbauer. Esta noche en la batalla piensa en mí. Cumplía años el mismo día que mi madre. El día que nace el escritor, mi madre cumple 18 años. Tan joven, tan guapa, madre madredista.

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